Llevábamos ya muchos años dándole vueltas a la posibilidad de aparecer por esos templos remotos de Angkor, nos fascinaban las fotos, videos y reportajes acerca de aquel complejo abandonado a merced de la selva, y posteriormente rescatado. Tanto nos fascinaban estos templos, como nos desconcertaba el reciente genocidio perpetrado por los kemeres rojos, y su historia reciente tan convulsa. Así que sabíamos que en algún momento teníamos que darnos una vuelta por allí, y ninguna excusa mejor que una luna de miel para darse ese gusto.
Con Camboya Increíble fue amor a primera vista, la flexibilidad para configurar el viaje y la paciencia de Esther hacen honor al apellido de la agencia, increíbles, así que nos configuramos 14 noches en Camboya recorriendo el país.
Llegamos a Phnom Penh y nos recibieron Salva y Esther, un gustazo, pero no sé si se dieron cuenta o no, de que estábamos destrozados del viaje y no nos enteramos de la mitad de las cosas que nos decían. Recuerdo que Salva nos comentó que Angkor lo tenía que enseñar porque no enseñar Angkor sería como ir a Egipto y no ver las pirámides, pero que ni mucho menos iba a ser la mejor experiencia en Camboya. Ambos nos miramos y nos dijimos con la mirada: “este tío está flipao”.
Angkor es impresionante, estuvimos 3 días recorriendo el complejo, con un guía magnifico, (más guapo que el Fary chupando limones) y la experiencia fue inolvidable, pero Camboya es mucho más que eso, y ahora entendemos lo que nos quería decir Salva.
Recorrimos el país rodeando el lago central, además de Angkor, pudimos conocer a los Camboyanos en todas sus facetas, pudimos disfrutar de su amabilidad y simpatía, y pudimos conocer de primera mano cómo se vive en Camboya, en la ciudad, en el campo, en los ríos, en el mar o en mitad de un lago flotando. Recorrer todos esos lugares en moto, en tuk, tuk, en barco, en tren de bambú, te sumerge en Camboya y te acerca a los camboyanos, y es cuando entiendes por qué son famosas sus sonrisas. Tuvimos la gran oportunidad de conocer a varios supervivientes del genocidio, conocer su historia, y poder mirar a los ojos y estrechar la mano a esas personas, que en nosotros han dejado una huella casi más profunda que la más bella estampa de Angkor.
Tras el recorrido por el lago, hicimos una ampliación a la jungla del sur, y ahí conocimos otra Camboya. Una Camboya más verde, más accidentada y más pausada. Fue un colofón perfecto para irse de Camboya con el mejor sabor de boca posible, tras haber disfrutado del rio Tatay, y los distintos rinconcitos que tuvimos la oportunidad de visitar gracias a Camboya Increíble. Ahí estuvimos con Pepe, otro crack que representa la amabilidad personificada, que nos acerco la vida acuática camboyana.
La selección de hoteles fue espectacular y terminar el viaje sobre el rio Tatay, fue el colofón perfecto para un viaje inolvidable.